El lenguaje del cuerpo como predramaturgia se reconoce desde los seres primarios de la humanidad, anterior a las expresiones verbales. A través del tiempo evoluciona y se establece en las comunidades del mundo en forma de lenguaje cotidiano: dormir, levantarse, comer, bañarse, vestirse, peinarse, sentarse, entre otras acciones del diario vivir. En circunstancias especiales, este lenguaje se puede deconstruir dentro de una técnica extracotidiana de representación para ser puesto en un escenario. En este sentido, el lenguaje cotidiano se convierte en una herramienta para la interpretación dramatúrgica dentro de una puesta en escena de danza o teatro.
Esta orientación señala que el lenguaje dramatúrgico originario del cuerpo nace de las primeras expresiones humanas en movimiento, las cuales se remiten a la época en que se construyen las primeras danzas. Las expresiones dramáticas primarias surgen del lenguaje emocional del individuo que las descarga en movimientos corporales. Se puede decir que la primera dramaturgia como lenguaje del cuerpo emerge de la danza y después se instituye en el teatro.
Históricamente, la dramaturgia como elemento constitutivo del teatro florece en las culturas de las antiguas Grecia y Roma, y se reconoce en términos filosóficos hace poco más de doscientos años, época en la que se construyen conceptos y definiciones que resultan del trabajo empírico y teórico de algunos estudiosos interesados en la evolución de las artes escénicas.
Entre los investigadores actuales del teatro, aparece el director y dramaturgo Juan Antonio Hormigón, secretario general de la Asociación de Directores de Escena de España (ADE), quien en su texto titulado «El trabajo dramatúrgico y la puesta en escena» señala que el vocablo dramaturgia tiene una ambigüedad enorme entre el significado que se adoptó durante el período clásico y el que tiene hoy dentro de la dramaturgia contemporánea[1].
El concepto de dramaturgia se origina filosóficamente en 1767, en Alemania, cuando esta no era una nación tal y como se conformó a finales del siglo XIX. En aquella época existían ducados, principados, capitales y cortes (en las que ya había teatros), pero con el tiempo surgieron ciudades libres que vivieron bajo el régimen republicano, las cuales pertenecían a la antigua confederación de ciudades alemanas fundada para la seguridad y el desarrollo del comercio.
Dentro de estas poblaciones, en la Alemania del norte, se encontraba Hamburgo, ciudad portuaria de gran cubrimiento económico que hacia la mitad del siglo XVIII se convirtió en el puerto más importante del norte de Europa. Los comerciantes burgueses de esta ciudad, con la idea de libertad, buscaron el predominio social y cultural, razón por la cual se propusieron crear un proyecto de teatro que expresara el espíritu de Alemania como unidad lingüística y cultural.
En el puerto de Hamburgo nace entonces el Teatro Nacional, fundación dirigida por el profesor universitario Gotthold Ephraim Lessing (Kamenz 1729-Brunswick 1781), autor de diversos textos sobre la estética y el teatro. El maestro alemán se convertiría en un orientador de la forma que planteaba fundamentalmente lo que iba a ser ese teatro como entidad y como escuela formativa, teniendo en cuenta el sentido y el repertorio. Así mismo, actuaba como ideólogo de la institución e intervenía como crítico interno de la misma; se situaba dentro del proyecto teatral, observándolo a cierta distancia para analizarlo, reflexionar y conceptuar.
Durante el desarrollo del proceso que va desde abril de 1767 hasta diciembre de 1768 (período de existencia del Teatro Nacional), el maestro organizó sus conocimientos en pequeñas publicaciones que más adelante compendió en un texto denominado Dramaturgia de Hamburgo, material informativo que se constituiría en todo lo que a la postre va a ser el desarrollo dramatúrgico y el origen del oficio del dramaturgista.
Lessing perteneció a la época de la Ilustración, por ende la construcción dramatúrgica que hizo en Hamburgo fue concebida por las características y el contexto de dicho momento histórico. La Ilustración es un movimiento intelectual que se desarrolló en Europa, caracterizado por la educación, la lucha contra la superstición y el rechazo contra la religiosidad tradicional. Corriente que desplegó gran interés por las ciencias naturales, las matemáticas, la revolución industrial, el principio de la soberanía y el contrato social. Particularmente, en las artes se enfatizan las teorías neoclásicas unidas al predominio de la narrativa y a la creación del teatro burgués.
Con respecto al trabajo dramatúrgico de Lessing, Hormigón apunta que el maestro plantea tres líneas de trabajo. En primer lugar hace una nueva interpretación de los elementos dramatúrgicos vistos desde Aristóteles (330 a. C.), los descubre y los piensa como un hombre afín a la época de la Ilustración, indaga sobre las nociones y el desarrollo del teatro a partir de los paradigmas griegos, con el propósito de reelaborar la actividad teatral y dramatúrgica[2].
Lessing hace una reinterpretación del proceso y función del pathos (enfermedad de la psiquis) y, así mismo, del significado de la catarsis (liberación de lo patológico).
El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia señala la catarsis como «el efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la compasión, el temor u horror y otras emociones». Por extensión, «sentimiento de purificación o liberación suscitado por alguna vivencia causada por cualquier obra de arte». A partir de esta explicación se puede comprender lo que Hormigón expresa del maestro alemán.
Lessing intenta organizar el fenómeno de la comunicación en otro nivel y pretende sustituir el temor por el miedo; que el miedo cause piedad, pero no aquella de los personajes sino la de uno mismo como espectador, y que esta piedad haga del teatro una escuela de pedagogía social para forjar un ser humano más libre, justo y honesto, de acuerdo con la realidad que se vive en la época de la Ilustración.
Se comprende que la catarsis, a través del arte, es una liberación que permite al ser humano renacer socialmente armonioso. Purificación que se aplica al público espectador y al bailarín-actor, quienes son parte presencial en la obra que se interpreta. En consecuencia, la nueva lectura que hace Lessing de Aristóteles tiene que ver con elementos dramatúrgicos, literarios y dramáticos concretos.
Hormigón agrega que Lessing elabora acciones analíticas de Eurípides en el contexto de la literatura dramática, además protege los argumentos de Shakespeare de quien se pronuncia claramente a favor en la época de la Ilustración, tiempo en el que el escritor era considerado como un creador de contenidos brutales, aterradores y sangrientos y con carencia de moderación en la focalización de las acciones.
Según Hormigón, el maestro alemán, en su capacidad de exploración y como dramaturgo de oficio, aclara y define conceptos que lo llevan a preguntarse: «¿Qué es el teatro? ¿Para qué lo pretendemos concebir? ¿Cómo se proyecta de una manera práctica y concreta en el espectador?»[3].
La práctica dentro de la danza se ha comprendido como una acción de hacer y desarrollar el movimiento. Sin embargo, la manera como se explica la práctica en el pensamiento de Lessing la refiere Hormigón en un ejemplo que aclara el concepto: «El matemático se dedica a la práctica, sentado en una mesa, reflexionando»[4]. Es decir, el matemático que trabaja en su escritorio se dedica a la práctica matemática a través de la reflexión. Reflexionar sobre cómo resolver un problema matemático es hacer una práctica desde el pensamiento, sin movimiento físico visual, sin agitación.
En los términos cotidianos de la danza, la práctica se identifica con producir un lenguaje corporal, pero si se analiza este concepto desde el pensamiento de Lessing, la práctica es una reflexión que antecede a algo que se planea, significado que se ajusta a una investigación sobre danza.
Al pretender construir acciones con el cuerpo para danzar, antes de elaborarlas, surgen las siguientes reflexiones: ¿cómo lo voy a realizar?, ¿qué elementos voy a utilizar?, ¿con qué fin lo voy a desarrollar?, ¿cuál es la intención?, ¿quién va a participar en el proceso de montaje?
Describe Hormigón que el primer nivel de elaboración teórico estética establecida por Lessing es el de la organización de la práctica vista como ciencia teatral. A partir de este planteamiento, el maestro alemán desarrolla un segundo criterio, elabora y opina sobre la forma de componer una obra incluyendo un concepto acerca del repertorio.
Expresa Hormigón que «el concepto de repertorio es un concepto muy importante y que define, básicamente, una determinada concepción dramatúrgica globalizadora», dentro de este criterio agrega: «¿Lo que hacemos interesa al público para el cual lo hacemos?, ¿cómo meditamos o cómo planteamos nuestros textos, en función de los intereses de ese público?, ¿cuáles son los intereses y cuál es el teatro que tenemos que hacer?»[5]. Preguntas fundamentales para profundizar y discutir sobre las condiciones de selección e interpretación de un texto teatral que, en el contexto de la danza dramatúrgica, son interrogantes esenciales para la elección del tema que se pretende desarrollar en el ámbito de la interpretación.
Según Hormigón, en aquel tiempo no existían análisis minuciosos acerca de la interpretación de espectáculos concretos, aspecto que permite a Lessing llevar a cabo algunos planteamientos al respecto y discutir con los actores sobre el tema, estableciendo que la interpretación debe proyectarse de forma definida para hacerla coherente con el siguiente enunciado: «de dónde partimos y qué es lo que queremos mostrar»[6], idea básica para la dramaturgia que aporta el maestro alemán de acuerdo con el pensamiento de Hormigón, y fundamento no solo para la creación teatral sino también para la creación de la danza dramatúrgica.
El tercer criterio se refiere al pleno conocimiento respecto al trabajo teatral concreto; en esta parte Lessing proyecta el conocimiento desde la mirada de la crítica. El maestro alemán observa, reflexiona y organiza el quehacer teatral desde el interior de su propia institución, y en este sentido crea originalmente el concepto de la crítica teatral, el cual responde a las ideas y tensiones sociales que se fundamentan en la época de la Ilustración.
Desde la perspectiva de Hormigón, Lessing hace un análisis del espectáculo, una crítica interna del proceso de construcción para conseguir unos elementos de composición que integren lo que se pretende decir con las acciones físicas y de esta manera obtener un acertado producto dramatúrgico. Con este criterio plantea la importancia y el nacimiento de la autocrítica con relación al proceso de creación, y al mismo tiempo examina y concibe la crítica del público que está comprometido con el hecho teatral y no con el espectador que hace comentarios ligeros, emotivos y sin fundamento, especulaciones poco constructivas para una obra.
Textos de Álvaro Fuentes
pertenecientes al libro el dramaturgista y la deconstrucción en la danza
[1] HORMIGÓN, J. A. «El trabajo dramatúrgico y la puesta en escena», en AA. VV. Dirección escénica. Memorias del Taller Nacional. Colcultura, Bogotá, 1994, p. 34.
[2] Ibídem, p. 37.
[3] Ibídem, p. 38.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem, p. 39.
[6] Ibídem.